El Padre lee su comentario a la parábola de las Diez Vírgenes y habla sobre lo que ha escrito en el capítulo "Con las lámparas encendidas" de la Fiesta de Dios, en las páginas 204-205 de la edición de 1987. Las lámparas son para alumbrar. El demonio es el padre de la confusión. El Señor es luz, paz y tranquilidad y alegría. El demonio trae el lio y el desatino. La virtud de la esperanza tiene una importancia grande. Estamos en una situación de caminantes. El recuerdo que vive en la Iglesia del Señor es vivo. El Espíritu Santo actualiza la Presencia del Señor. La obra del Espíritu Santo en nosotros. De la Virtude la esperanza nace también la Virtud de la Alegría. Referencia a la homilía de la mañana: "Cada vez que comemos de este pan y de este vino anunciamos... " La esperanza y la alegría nos hacen luz en el Señor. Somos anuncio ambulante, testimonio de la presencia del Señor hasta que El venga. La virtud de la esperanza está vinculada con la Misa. Dejemos que el Espíritu conduzca nuestra vida. El Padre recuerda cuando era jovencito y quería superar al Cura de Ars y ser un cura de pueblo. Con la ayuda del Espíritu Santo aprendemos a negarnos a nosotros mismos y que Dios escriba nuestra propia vida.